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Los misteriosos cráneos de la Ahnenerbe


Buenos días desde Málaga. Hace tanto viento ahora que las ventanas de casa están temblando, pero me da igual. Me he enfrentado a fantasmas y zombis, he entrado en el Túnel de los gritos y estoy buscando a El Mago para eliminarle. Un poco de viento no va a hacer que me esconda debajo de las sábanas.

Soy Lince Smith y hoy os traigo una nueva entrega de Desde el infierno.

Hoy os voy  hablar de los cráneos de la Ahnenerbe, unos cráneos encontrados en Rusia con una forma muy pero que muy rara. Pero vayamos por partes.

¿Qué es la Ahnenerbe?

Emblema de la Ahnenerbe
¿Habéis visto en las películas de aventuras que casi siempre hay una organización dedicada a la investigación de lo oculto y búsqueda de objetos míticos? Pues eso es la Ahnenerbe, pero en nazi. Fue Heinrich Himmler el encargado de crearla. En principio estaba dedicada a crear conciencia sobre las tradiciones alemanas, algo más educativo que otra cosa, pero ya sabéis cómo eran esta gente. Se les iba la pinza y acababan buscando el Santo Grial. Entre sus expediciones más importantes están la de ir al Tibet para demostrar que su raza aria surgió allí o la de intentar derrocar al cristianismo para encasquetarnos a todos su religión aria. Y la más rara de todas: demostrar que el yeti en realidad era un oso muy grande.

Los cráneos de la Ahnenerbe

Bien, pues ya puestos en antecedentes, os cuento qué es eso de los cráneos. ¡No os vayáis, que tiene miga la cosa!

¿Craneos extraterrestres? ¿Humanos? Se aceptan apuestas.
Hace un par de años, en una cueva en el monte Bolshoi Tjach, en Rusia, unos científicos rusos encontraron unos cráneos con forma muy, muy rara. Como podéis ver en la foto de arriba, precisamente forma humana no tienen. El quid de la cuestión viene cuando hace poco se encontró por la misma zona un maletín con el emblema de la Ahnenerbe que contenía un mapa detallado de ese mismo lugar.

Precisamente de la Ahnenerbe. Los expertos opinan que la sección ocultista nazi estuvo por la zona buscando esos cráneos. De todos es sabido que los nazis investigaban todo lo que pareciera extraterrestre, intentando encontrar el poder absoluto. Incluso hay quien dice que tenían contacto con ellos. A saber.

Maletin con el emblema de la Ahnenerbe
Por supuesto, ya hay quien le ha dado explicación a los cráneos. Ciertos científicos dicen que son cráneos de oveja deformados por la presión. Y otros.... bueno, como no podía ser de otra manera, otros dicen que son cráneos extraterrestres. Para ser exactos de la raza de los anunaki. Y, claro está, hay quien dice que no son más que un montaje.

¿Cuál será la verdad? No lo sabemos. Y posiblemente no lo sabremos nunca, pero ¿qué más da? Lo importante es que no lo conocemos todo de este mundo. El misterio nos rodea. Y eso es alentador. O aterrador, según se mire.

¡Saludos! Lince Smith se despide hasta la próxima.
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Crónicas perdidas. Belleza asesina

Relato de terror
La calle estaba vacía a esas horas. Víctor Alias se asomó a una esquina y observó. Su objetivo aún no había llegado, pero lo haría en breve. Estaba seguro. A su lado, Gregory Stanton se removió inquieto.
—No va a ser como tú crees —dijo al ver la sonrisa de ilusión de Alias.
—¿Por qué no? Por regla general suelen estar muy buenas.
—Esto no es un libro. Es la vida real. No creo que…
—Ya está aquí —le interrumpió Alias en un susurro, levantando el arma. Gregory le imitó y respiró hondo.
Una figura había aparecido al otro lado de la carretera que atravesaba la avenida. Caminaba con elegancia, buscando algo con la mirada. Pareció encontrarlo pues, sus pasos adquirieron velocidad y la silueta se dirigió hacia un coche aparcado.
—Pues por lo que veo, sí que está buena —comentó Alias sin perder de vista al recién llegado—. Y además, he acertado. Te dije que atacaría esta noche.
—Aún no la has visto —le recordó Gregory.
—Mejor para ella.
La silueta llegó hasta el coche y, tras observar a través de las ventanas, abrió la puerta del copiloto y entro en él.
—¡Vamos! —Víctor salió de su escondite, precedido por su arma. Gregory le siguió, moviéndose hacia la derecha en forma de abanico para evitar la huída de la criatura que habían ido a cazar.
Hubo un forcejeo en el interior del vehículo. Ambos hombres aceleraron sus pasos y, sin decir una sola palabra, Alias abrió la puerta.
En el interior del coche, una mujer se inclinaba sobre el cuerpo aterrado de un hombre. Alias la agarró del cabello y la sacó a rastras del vehículo. Cuando la mujer quedó en el suelo, sorprendida por lo que estaba pasando, los dos compañeros pudieron verla mejor. Era una preciosa mujer de cabellos largos y negros, que contrastaban con su piel blanca. Dos ojos almendrados del color del cielo les miraban con expresión de odio. Lo que más les llamó la atención fueron las dos orejas puntiagudas que sobresalían de su pelo.
—¡Te lo dije! —exclamó Víctor al verla—. ¡Como las de El señor de los anillos!
—Tal vez Tolkien vio alguna con vida —propuso Gregory, sin dejar de apuntar a la mujer—. No pensé que los elfos fueran realmente así.
Efectivamente, lo que tenían delante era una elfa. La criatura más hermosa que Alias había tenido el placer de ver.
El periódico les había dado la primera pista cuando, una semana antes, apareció en la primera página la noticia de un asesinato. La víctima apareció en su coche con la garganta destrozada y un enorme charco de sangre a sus pies. Las autoridades apuntaron al ataque de algún animal. Víctor opinaba otra cosa. Era un elfo. Después de catorce años cazando criaturas, Alias sabía reconocer cuando se trataba de un ser humano o de algo de otro mundo. Los elfos siempre habían estado idealizados, pero él sabía que aquello no se correspondía con la realidad. Los elfos eran criaturas que necesitaban la sangre humana para sobrevivir. Generalmente atacaban bajo la apariencia de una hermosa mujer a hombres incautos que caían rendidos bajo sus encantos. Y ése era, precisamente, el caso que tenían en frente.
Un rápido movimiento de la elfa le sacó de sus pensamientos. Se levantó más rápido que cualquier ser humano y se abalanzó sobre Gregory, que cayó al suelo bajo el peso de la criatura. Sus labios se curvaron en un rictus de satisfacción al ver la garganta de Gregory tan cerca. La boca de perfectos labios se abrió y sus dientes cambiaron, tornándose largos y puntiagudos.
Justo cuando la mandíbula se iba a cerrar sobre la carne, Víctor propinó una potente patada en el estomago de la elfa y la derribó sobre el suelo.
—Al final no van a ser tan estupendas como en el Señor de los Anillos —comentó alzando el arma—. Di adiós, nena.
Y disparó. Las balas atravesaron el aire hasta estrellarse en el hombro de la criatura, que emitió un grito de dolor y retrocedió unos pasos.
—Tienes que practicar esa puntería —le aconsejó Gregory, rondando sobre sí mismo para alejarse de ella.
La elfa gruñó y clavo sus ojos azules en Víctor, que se preparó para recibir la acometida. Cuando el ente saltó, Alias se tiró de espaldas con la pistola en alto. La elfa voló hacia él, rasgando el aire con un gemido.
—Ahora sí —dijo Víctor—. Di adiós, hija de puta.
Las balas destrozaron la cabeza de la criatura, como si de un melón se tratara. Inmediatamente, la elfa se deshizo en un montón de arena dorada que cayó sobre Alias, para desaparecer antes de llegar al suelo.
Gregory se acercó a su compañero y extendió una mano.
—¿A que ya no está tan buena? —le preguntó mientras le ayudaba a levantarse.
—Lo nuestro no funcionaría —sonrió Víctor—. Era demasiado agresiva.
—¿Qué… qué ha sido eso? —preguntó de pronto una voz en el interior del vehículo.
La víctima se asomaba a través de la puerta del copiloto con expresión aterrada.
—¿Se encuentra bien? —le preguntó Gregory, preocupado. Había visto en más de una ocasión cómo podía afectar a un ser humano ver lo que ese hombre acababa de presenciar.
—Yo… yo… —tartamudeó.
—Da igual —dijo Víctor, girándose hacia él—. Siento haberte cortado el casquete —añadió con una sonrisa—. Pero, desde luego, no habría tenido un final feliz. Te lo aseguro.
Sin añadir una palabra más, Víctor y Gregory se marcharon, perdiéndose tras una esquina. La víctima se quedó temblando, sentado en su vehículo aferrando el volante con las manos y preguntándose si lo que había visto era real.

¿Te ha gustado? Si quieres leer más historias de Víctor Alias no te pierdas


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Prólogo de Riverside Falls

Y EL CIELO SE VOLVIÓ ROJO


Sue Landis luchó por mantener los ojos abiertos. Solo llevaba unos cuarenta minutos conduciendo, pero le parecían horas. Haber pasado todo el día en LakeSide negociando con un ricachón que pretendía comprar un cuadro de miles de dólares también influía en su estado de agotamiento. Y encima, la carretera que la llevaba a Riverside Falls, a su hogar, era recta, condenadamente recta.
La oscuridad rodeaba su vehículo por todos lados, excepto por delante, donde las luces de los faros se arrastraban por el pavimento. Solo se había cruzado con un coche a lo largo de todo el trayecto y el viaje amenazaba con aburrirla hasta dormirla.
Así que pulso el botón de la radio y buscó una emisora con música ruidosa. Sin embargo, mientras repasaba el dial, la voz de un locutor llamó su atención. Era el programa local dedicado a sucesos paranormales.
Sue sonrió y se apartó un mechón de pelo rojo, más animada de repente. Le gustaban esas cosas. No creía en ellas, claro, pero disfrutaba escuchando o leyendo las demenciales teorías que elaboraban algunos expertos.
¿Ovnis? ¿Fantasmas? ¿Vampiros? Esas leyendas estaban muy bien para las películas o los libros. Uno podía disfrutar de Independence Day, pero no por ello tenía que creérselo.
A lo lejos aparecieron las luces de unos faros y Sue aminoró la velocidad de forma instintiva. Al ser completamente de noche y conducir por una recta tan larga no podía calcular bien la distancia a la que estaba el vehículo. Pero sí se dio cuenta de que conducía a toda velocidad.
Desvió el coche para pegarse al arcén derecho lo más posible sin salirse de la carretera. El vehículo que venía de frente no iba del todo recto. De vez en cuando invadía parcialmente el carril contrario. Maldijo en voz alta a los borrachos que conducían después de beber. Si querían matarse le parecía muy bien, pero que dejaran en paz a los que no.
Conforme se acercaba, el conductor comenzó a tocar el claxon. El agudo pitido invadió la noche. El potente rugido del motor se clavó en el aire cuando el vehículo se cruzó con el coche de Sue. La mujer dio un volantazo y logró frenar sobre el arcén, levantando una densa nube de tierra a su alrededor.
—¡Hijo de puta! —gritó, girándose en el asiento—. Será capu…
Enmudeció cuando un estruendo llegó a sus oídos. Sonaba como un helicóptero volando a poca altura. Unas brillantes luces amarillentas iluminaron su vehículo un instante y, antes de que Sue pudiera asimilar lo ocurrido se perdieron en la noche.
La mujer resopló mirando por el espejo retrovisor. Las luces habían desaparecido como si nunca hubieran estado allí. Respiró hondo y volvió a poner el coche en funcionamiento.
—Malditos borrachos —masculló de mal humor—. Y malditos militares con sus malditos cacharros.
Iba a seguir despotricando. De hecho, ya tenía varios insultos más originales en la recamara cuando algo llamó su atención por el rabillo del ojo. Giró la cabeza, extrañada y sorprendida a partes iguales. Tal vez debería haber sentido miedo, pero lo cierto es que la curiosidad ganó la batalla y Sue abrió la puerta del coche para salir fuera y ver lo que estaba pasando sin un cristal de por medio.
El cielo, completamente oscuro y plagado de estrellas un instante antes, se había iluminado, adoptando un color rojizo.
«Sangre», pensó Sue. «Es el color de la sangre».
Era como si estuviera amaneciendo, pero sustituyendo el color azul por el rojo. Incluso siendo aficionada a los programas de sucesos paranormales, la mujer nunca había escuchado de algo como aquello. Era algo extraño. Muy, muy extraño.
Y en cierto modo terrorífico.

Si te ha gustado no dudes en compartirlo en tus Redes Sociales. También puedes adquirir Riverside Falls en formato ebook para Kindle desde este enlace.
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¿Sabes cual fue la primera biblioteca del mundo?


Si buscáis esto en internet, posiblemente acabéis como estoy yo ahora: loco. Hay tantas primeras bibliotecas como personas en el mundo. Hay quien afirma que es la mítica biblioteca de Alejandría. Otros dicen que es la Biblioteca del rey asirio Asurbanipal, y algunos hablan de la Biblioteca pública de Atenas.

Hay gustos para todos, pero una cosa sí que he sacado en claro. Estas tres bibliotecas son las primeras en algo.

La biblioteca de Asurbanípal: La primera de la historia (arqueológicamente hablando)


Si pensamos en una biblioteca como una clasificación de obras catalogadas y ordenadas, la ganadora al trofeo de Primera Biblioteca del mundo, sería sin duda ésta. Construida en el palacio real de Nínive, cerca de lo que hoy es Mosul, contaba con la friolera de 22.000 tablillas de arcilla que revelaban todos los conocimientos de la época. Había tablillas de ciencia, religión, gramática… ¡e incluso de magia! Entre sus libros se encontraba el Poema de Gilgamesh.

La biblioteca de Alejandría: La más grande


Si la anterior era la primera, la Biblioteca de Alejandría era la primera que tuvo una cantidad masiva de obras. Fundada en el siglo II a.c. por Ptolomeo I, tenía la friolera de 900.000 manuscritos de todas las variedades. 

Sobre su futuro hay varias teorías. La primera dice que fue destruida por los romanos. La segunda que no, que sobrevivió y que está en algún lugar (Alejandría, supongo, claro) esperando a que el Indiana Jones de turno la encuentre.

Por cierto, que en 1996 se abrió una versión moderna de la Biblioteca de Alejandría en... bueno, en Alejandría.

La primera biblioteca pública


¿Sabéis eso que pasa en el fútbol? ¿Esas enemistades que hay entre ciertos equipos? ¿Barcelona y Madrid? ¿Sevilla y Málaga? Pues con la primera biblioteca pública pasa lo mismo. Ya sabéis que, en términos de historia antigua, los griegos y lo romanos se lo disputan todo. Pues eso es lo que pasa con la primera biblioteca pública. No está muy claro si fue la Biblioteca pública de Atenas, construida en el 330 a.c. o más bien fue la biblioteca de Asinio Polión, en Roma.

Sea como sea, las bibliotecas son una parte importante de nuestras vidas. Esas tardes estudiando para el examen; esas mañanas de sábado, cuando acudías allí en busca de tu próxima lectura. Tanto conocimiento, tanto diversión en un solo sitio… Todo tiene un comienzo. Y esto que acabáis de leer, es el comienzo de las bibliotecas (A ver, así a grandes rasgos, que no soy la puñetera Wikipedia).

Saludos!!

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¿Mató Stephen King a John Lennon?

¡Muy buenas, amigos!

¿Cómo lleváis este lunes tan maravilloso y soleado (al menos en Málaga)? Hacía tiempo que no me pasaba por aquí. Soy Lince Smith y hoy os voy a hablar de una leyenda urbana que va a hacer que quedéis con cara de tontos. El título de la entrada lo dice todo ¿verdad? Fue Stephen King el que mató a John Lennon. ¡Agarraos que vienen curvas!

La autoría de tan maravillosa leyenda urbana se la debemos al señor Steve Lighfoot que viaja en camioneta por todo Estados Unidos vendiendo su libro Stephen King disparó a John Lennon. Al parecer intenta conseguir fondos para denunciar al rey del terror y llevarlo ate la justicia (estaré pendiente por si lo consigue y os lo haré saber).


Vamos al meollo del asunto. El detonante de esta teoría lo tenemos en la foto que adorna el precioso blog de Carlos, justo encima de este párrafo. Se trata de la última imagen del líder de los Beatles antes de ser asesinado por Mark David Chapman (o Stephen King, no sé). El hombre que sale a la derecha de la foto es su asesino. Pues bien, el señor Lighfoot dice que no, que ese no es David Chapman, sino Stephen King.

Y, a ver, yo no soy nadie para juzgar a Lighfoot ni para decir que su teoría es un auténtico despropósito, pero es cierto que en aquella época, Stephen King estaba un poco entrado en carnes y usaba gafas como puede verse en la imagen de abajo. Pero querer ver ahí al autor de Carrie... No sé, es rizar un poco el rizo ¿no?


Pero claro, una leyenda urbana seria y documentada como esta tiene que tener una explicación. No vale solo con una foto, no. El señor Lighfoot nos cuenta con todo lujo de detalles qué llevó a Stephen King a matar a a John Lennon. ¡Y no os separéis de la pantalla porque en esta historia están metidos los presidentes Nixon y Reagan!

Por aquella época, John Lennon le estaba dando bastante caña a los presidentes por el tema de la Guerra de Vietnam y tal, y a Nixon y Reagan, que parecen buena gente pero no, se les hincharon las narices y decidieron que había que quitarlo de en medio, que ya estaba bien del rollo hippie y pacifista. Para ello contrataron a un escritor alcohólico y drogadicto que buscaba por todos los medios hacerse famoso y rico: nuestro amigo Stephen King.

El trato era el siguiente: King mataría a Lennon a cambio del éxito y dinero (como si fuera un pacto con el diablo) y para que pudiera disfrutarlo, buscarían a un cabeza de turco que cargara con el asesinato, Mark David Chapman. Y todo arreglado.

No sé si esta leyenda urbana es real o no (léase esta última frase en tono irónico), pero divertida sí que es ¿no?

Bueno, pues me despido por hoy hasta la siguiente. Sed felices, leed mucho y, no lo olvidéis: La verdad está ahí fuera (Creo que eso lo decían en algún sitio ¿no?)

Vuestro amigo, Lince Smith.

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