Hace un par de semanas o tres las Redes sociales echaban humo gracias a Jordi Evole y su Operación Palace, un documental en el que nos mostraban pruebas contundentes de que lo sucedido en España ese 23 de febrero de 1981 fue todo un montaje.
Todo el mundo echó mano de su móvil, ordenador o tablet para dejar constancia de su asombro e indignación: "¡No podía ser que nos tomaran el pelo de esa manera! ¿Quién demonios se habían creído que eran? Estos putos políticos y sus putas maquinaciones...". Al final resultó que quien nos tomaba el pelo era Evole. Al terminar el documental decía que se lo había inventado todo y que "jajaja, que gracioso soy. Ahora sabéis que la televisión os puede engañar". Y todos frente a la pantalla con cara de pringaos.
Lo que hizo Evole no fue más que una imitación de un documental emitido en 2002 llamado Operación Luna en el que nos contaban "la verdad" sobre el alunizaje en la luna. Una imitación muy chula.
Y no os equivoquéis. Desde mi punto de vista, Operación Palace fue un golpe maestro, una patada en las pelotas para todos los que piensan que no nos pueden engañar. Pues ahí lo tenéis. Os la han metido doblada. Y habéis caído como tarugos.
Pero yo no voy a hablar aquí de Operación Palace, ni del 23 F, al menos directamente. Voy a hacer una reflexión que me asaltó mientras leía la cantidad de post en Facebook y Twitter de indignación ante lo sucedido.
Todos creemos en las conspiraciones. Estamos locos por ellas, las buscamos en cualquier lado. No podemos dejar pasar la oportunidad de echar la culpa a alguien de lo que ha pasado. ¿Será eso parte de la naturaleza humana?
Cuando algo nos supera, tendemos a negar la evidencia; tenemos que buscar una explicación lógica a lo que ha sucedido, por descabellada que ésta parezca.
Casi todos los grandes sucesos de la humanidad (y de cada país en concreto) tienen alguna conspiración detrás. ¿Que matan a Kennedy? Pues es que ahí estaban metidas las petroleras y parte del gobierno estadounidense, que lo que quería era quitarse de en medio al presidente y Lee Harry Oswald solo era un títere en manos de éstos. ¿Que llega un gilipollas y estrella un avión en las torres gemelas? Pues ahí también estaba metido el gobierno y que las torres se derrumbaron con una demolición controlada....
Y en España, por supuesto, no nos libramos de nuestra ración de conspiraciones. El golpe de estado del 23 de febrero de 1981; el atentado del 11 de marzo... Todo tiene una explicación lógica y conspirativa.
Pero... ¿Y si no estuviéramos viendo más que una nube de humo? ¿Y si aquél día 23 de febrero lo que sucedió fue simplemente eso, un golpe de estado que salió mal? ¿Y si el 11 de septiembre solo fue lo que nos dicen? Un cruel y aberrante atentado contra la libertad humana pero... solo eso.
Incluso en la cosa más tonta buscamos una explicación que nos ayude a salir del pozo. Elvis y Michael no están muertos. Fingieron su propia muerte y ahora están retirados en una isla, o se pasean por cualquier ciudad de incógnito. ¡Muchos los han visto!
Hay conspiraciones políticas, de la música, del cine, sobrenaturales, de OVNIS... Todo, la vida en sí misma es una conspiración. Yo no digo que esta teorías sean ciertas o no. No lo sé y, sinceramente, tampoco me preocupa mucho. Si no quieren que te enteres, no te enteras.
Y que no me vengan con la tontería ésa de que cuando pasen ciertos años se desclasificaran los documentos y podremos saber la verdad. Cuando se desclasifiquen (si lo hacen), ¿quién nos dice a nosotros que esos documentos son reales o no estan manipulados?
Quizás por eso, las conspiraciones nos acompañan día a día. Porque nos ayudan a comprender el dolor de un despiadado atentado, de la muerte de alguien a quien queremos. Porque nos dan alas para gritar: ¡Esto no puede estar sucediendo! ¡Tiene que haber una explicación! ¡Nadie puede ser tan cruel!