No pude evitarlo. Ya sé que en realidad no podía hacer nada. No era mi deber ni mi obligación, pero aún así, debí hacer algo.
Ahora estoy sentado en esta habitación. El viento aúlla a través de la ventana, y hace que las ramas de los árboles golpeen en los cristales y que las paredes crujan. Miro a mi alrededor y sonrío tristemente al contemplar cómo un niño se abraza a su madre, dos mesas más allá. En frente de mí, un hombre le da una larga y profunda calada a un cigarro y saborea el humo con una amplia sonrisa de satisfacción, antes de tragarlo. Bajo la cabeza, intentando olvidarme por un momento de la multitud de personas que me rodean, y mis ojos se encuentran con el macabro titular de un periódico: “Seis personas mueren asesinadas en un hotel”. Mis manos comienzan a temblar al recordar que yo estuve allí. El dolor me reconcome por dentro.
Debí hacer algo.
Entre lágrimas de dolor veo como las personas que me rodean ríen y juegan. Parece imposible que apenas unos días antes, el suelo y las mesas sobre las que ahora se apoyan hubieran estado cubiertas de sangre. Me levanto bruscamente, temblando de la cabeza a los pies, y miro a mi alrededor desesperado. Necesito salir de allí, huir de los sonidos que me aterran, que me recuerdan. Atravieso la habitación entre las personas que ríen, hablan y viven.
Justo antes de salir extiendo la mano y aparto con violencia la cinta roja que la policía puso hace dos días en la puerta. Caigo al suelo presa de espasmos, y noto la frente y la espalda empapadas en sudor. Cuando siento la primera arcada y de mi boca sale el lúgubre y triste sonido del llanto, las voces de la habitación se apagan. Guardo silencio mientras intento recuperar el control de mi cuerpo que tiembla bruscamente. Cuando por fin lo consigo, cuando al fin tengo fuerzas y ánimos para girarme, admiro la silenciosa habitación.
Ha empezado a llover y el agua golpea con fuerza los cristales, como si de una funesta marcha fúnebre se tratara. El fuerte viento pone voz a esta macabra canción de dolor. A parte de aquello todo está quieto.
Ya no hay nadie. No pude evitarlo.
Relato disponible en El guardián de la fantasía. Si te ha gustado puedes compartirlo en tus Redes Sociales. También puedes adquirir la novela en El rincón de Carlos Moreno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario