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Escribiendo (I): Un poco de historia


¿Os habéis preguntado alguna vez cómo escribimos las historias los que escribimos historias? ¿De dónde surgen las ideas? ¿En quién pensamos cuando creamos un personaje? Seguro que, como lector, más de una vez has imaginado al autor de la novela que estás leyendo sentado frente al ordenador, con un cigarro humeante en la boca y una copa de whisky en la mesa. ¿Qué pasará por su cabeza?

En esta serie de artículos que voy a comenzar os voy a hablar de eso. Pero no en general, yo no puedo hablar por mis compañeros de letras. Os voy a hablar de cómo lo hago yo. Para quién escribo, por qué escribo, qué es lo que me obliga cada día a sacar de mi las historias que voy publicando por Amazon.

Como es normal, tendré que empezar desde la base ¿verdad? Yo cuento historias y lo lógico sería contar MI historia. Así que os voy a poner en antecedentes. No os preocupéis, no será muy largo. O sí, no lo sé.


Nací un lluvioso dos de marzo de 1981… No, no, es coña. No voy a empezar tan por el principio. Avanzaré unos años. En mi vida, todo se ha reducido siempre a las historias. Desde pequeño me han fascinado los libros. De bolsillo, cartoné, gordos, delgados… era ver un libro y me volvía loco. Loco de remate. Leí El señor de los Anillos, Crónicas de la Dragonlance, Momo, La historia Interminable… Recuerdo que con ocho o nueve años, estaba deseando salir del colegio para poder llegar a casa y meterme en las vidas de otras personas. Quería luchar contra dragones, salvar el mundo, enamorarme de la princesa, tirar el anillo al volcán. Quería ser un héroe.

Con el tiempo me di cuenta de que en el mundo real no podemos ser héroes. O, al menos, no ese tipo de héroes. El mundo real, digamoslo claro, es un aburrimiento. Estudiamos, trabajamos, vamos a la compra… Hay momentos divertidos, claro. Salimos a pasear, nos vamos de fiesta, viajamos… Pero… ¿Dónde está la aventura? La aventura está en los libros.

Justo cuando aprendí eso, cuando me di cuenta de que nunca podría sentir lo que siento leyendo un libro, fue cuando me decidí a ser escritor. Quería visitar otros mundos, conocer personas interesantes, quería vivir otra vida, a parte de la real. Quería, en definitiva, disfrutar soñando.

Por eso empecé una novela de fantasía épica (no me preguntéis por qué, pero casi todo el mundo empieza con la fantasía épica). Se llamaba El orbe del caos y era una historia de aventuras en un mundo lleno de magia. La típica novela de fantasía épica, vamos. Evidentemente, me di cuenta de que empezar por ahí no era lo más lógico. Había leído mucho, sí, pero apenas había escrito. En otras palabras, mi prosa era una mierda.

Pero no me desanimé, claro que no. Si te desanimas nunca llegas a nada. Así que la terminé y la guardé en un cajón. Mi siguiente proyecto fue una historia de ángeles y demonios llamada Crónicas de un reino sin ley. Como suele pasar al principio de nuestra carrera literaria, apuntamos a lo alto. No era una novela, eran tres, una trilogía ¡Con un par! Terminé la primera parte. Al releerla me di cuenta de algo. Mi prosa seguía siendo una mierda.

De pronto me di cuenta de que era un poco gilipollas. ¿Novelas? ¿Trilogías? Vamos a ver, ¿cuando empezamos a estudiar electricidad nos ponemos a montar la instalación completa de un rascacielos? No, ¿verdad? Empezamos arreglando el enchufe de la cocina. Y tenía razón. Tenía que empezar por poco. Un relato.

Así que me puse con los relatos. Logré colar unos cuantos en algunas páginas webs de género, y poco a poco, mi prosa fue creciendo. ¡Ya no era una mierda! Al menos no una muy grande.

Y entonces llegó Amazon con la posibilidad de autopublicar tus obras. Se me ocurrió que había llegado el momento de pasar la línea de fuego. Llegar al lector de verdad. Así que recopilé algunos de los relatos que había publicado en internet y, junto con otros inéditos, lo publiqué bajo el nombre de El guardián de la fantasía.

Me sorprendí cuando vi que había gente que la compró y, no solo eso, les gustó. Y a partir de ahí, llegaron las demás historias: Crónica galáctica, Habitación fantasma y, por fin, el Universo Quinox.

Todo este tocho que os estoy contando no es para que conozcáis mis obras, sino para que sepáis que el camino del escritor no es fácil. Es divertido, emocionante… pero también es un camino de preparación, de lucha, de sacrificio. Si no escribes, no te leen. Si no escribes, nunca te superaras. Esa es la verdad.

Y no solo para los libros, para todo. La vida es eso. Luchar, sobrevivir, esforzarte. Si no es así, ¿qué somos?

Ya paro de contaros mi vida. En el próximo post entraremos en materia. Aun tengo que pensar de qué hablaré, pero será algo bastante más interesante que esto. ¿Alguna petición?
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